CUÉNTANOS UN CORTO

De todos los relatos que habéis escrito sobre el cortometraje El vendedor de humo, que hemos visto en clase, aquí tenemos el de Sofía Prego (1º ESO B). 

Si queréis que alguno más aparezca en este blog o en la revista del club de lectura El Buk de Monchín, solo tenéis que entregárselo a vuestra profe de lengua, o sea a mí. Es decir a Diana. 


Gracias por participar





Si queréis volver a ver el video, aquí lo tenéis: 

Cortometraje El vendedor de humo 



UNA RIQUEZA INJUSTA

Esta historia empieza en un pequeño pueblecito al que llega un vendedor dispuesto a vender humo, a hacer magia, desplegando su carromato y transformándolo en un escenario en mitad de la plaza central.

Puso música con el fin de atraer así a la gente, pero en esto, una señora vieja, torcida y amargada que estaba pelando patatas se acercó y le apagó la música. Después se puso otra canción para pasar el rato a ver si alguien se acercaba, haciendo trucos con el humo, tirándole un palo a un perro… hasta que, de pronto, pasó una niña pequeña jugando con un palo de dos hojas, fingiendo que se trataba de un avión y el vendedor decidió acercarse al niño y cogió su avión (palo) transformándolo en uno de juguete, al igual que un pescadero que, al ver el avión le pidió que transformara a su perro pequeño en uno grande y fuerte que pudiera cazar, echando tres monedas a su baúl. Entonces, una señora pensó que podría cumplirle un deseo y se acercó a él pidiendo ser más joven y tener un mejor vestido, al igual que dos mujeres que llevaban de bolso un cesto, pidiéndole dos bolsos de verdad, y también más gente... De manera que estos cumplían sus sueños y el vendedor ganaba cada vez más dinero.


El alcalde salió a su balcón a ver qué ocurría, pero, de pronto, se puso a llover y el vendedor preocupado se puso a recoger su escenario. A la niña se le cayó el avión al agua y se volvió a transformar en un palo. El vendedor recogió su escenario, pero, de pronto, el alcalde apareció, vio el increíble diamante de su centro transformado en una enorme estatua. Muy sigilosamente, el vendedor cogió el diamante y se montó en su carromato. Mientras se iba los ciudadanos se despedían de él con mucha tristeza y melancolía. Entonces vieron al perro que volvía a ser pequeño al igual que al caer la intensa lluvia, todos los cambios habían vuelto a la naturalidad. Incluso el vendedor joven se transformó en un viejo tacaño que, en lugar de conducir su carroza se fue en un carrucho, pero con un diamante robado, y poniendo rumbo a otro pueblo a seguir con su trabajo. 

FIN 



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